*piiiiit* *piiiiit* *piiiiit*
*clic*
– Diga –
– Hola, soy Alfres-
– Alfre que pasó? Ya estás en el avión?-
– Mmmmnop –
– No mames Alfre, no me estés bromeando, ya estás en el avión verdad? –
– Mnnnnop, perdí el avión. Orita que iba llegando ya estaba despegando…- dije con la voz quebrada.
Mi primer viaje en avión y lo pierdo. Que jodido…
– No mames Alfre pero ibas con tiempo! Aguántame allá, voy por ti-
– Acá te espero-
Hice dos llamadas más y mi guapa amiga apareció en su pickup para recogerme.
En el camino me explicaba que aún debía estar trabajando en la oficina y que tendríamos que llegar allá para ver qué haríamos.
Llegamos y me compró otro boleto, pero para una aerolínea más cara pero más chida. Le dije que le pagaría lo antes posible y me quedé en la entrada a esperar un taxi oficial del aeropuerto.
Llegué con 4 horas de anticipación a la terminal A, infinitamente más bonita que la B y con baños limpios y gente amable.
Ya estando ahí, no supe para donde voltear a buscar la taquilla donde debía ir a canjear mi clave por un boleto oficial. Una señora me dijo dónde estaba el recibidor y me acerqué.
Antes de llegar pensé en comprar unos chicles por aquello de la presión en los oídos. Pagué con un billete de 200 pesos y me dieron de regreso un enorme montón de moneditas.
De regreso al mostrador, me pidieron una identificación y todo bien. Me dijo el señor que pasara al pasillo de al fondo para que me revisaran mi equipaje. Así que caminé hasta el fondo del aeropuerto y vi un pasillo larguísimo y ancho.
Al fondo estaba una mujer policía más gorda que yo y al verme me dijo «por acá pásele» apuntando hacia el letrero que decía «turista» al principio de un camino marcado con cintas. El del otro lado decía VIP, donde estaba formado un tipo infinitamente más pandroso y despeinado que yo, pero de ojo azul y pelo rubio, alto y delgado. Lo que se gana uno por estar panzón y vestir decente.
Ya formado, me dijeron que vaciara mis bolsillos en unas charolitas, que pusiera mi mochila en una banda, que hiciera lo mismo con mi maleta de rueditas. Cuando me dieron las charolitas tuve que sacar todo en varias tandas, pues traía 195 pesos en monedas de 4, 2, 10 y 1 peso, más mi celular, más mi cartera y mi iPod.
Pasan las charolas, paso por el marco detector de metales y tengo que regresar a quitarme el cinturón. Pasa la mochila y un tipo pone cara de sospecha. Paso por el marco y al mismo tiempo pasa la maleta grande.
– Joven, pase por acá- me dice el tipo haciendo señas con la mano.
Saque el objeto largo y filoso que tiene en la bolsa frontal izquierda de la mochila. Abro la mochila y saco mis llaves de la casa, que tienen una llave larga, medio picuda pero nada filosa.
Detrás de él un tipo grande tomó mi maletota y la abrió.
Cuando levanta la tapa, pega un brinco hacia atrás y exclama un «¡ay!»
Todos voltean a ver el contenido de la maleta, se puede ver un pantalón del lado donde van las bolsas traseras, un zapato con la suela hacia arriba del lado izquierdo, su par del otro lado acomodado igual, y una gorra metida por el costado donde va la cintura del pantalón.
Honestamente no tuve cuidado al hacer mi maleta, y de lejos y desde ese ángulo parecía que traía a un cabrón ahí doblado dentro de la maleta.
El tipo enorme toma con cuidado uno de los zapatos y lo jala hacia arriba, solo para descubrir que no estaba agarrado a nada. Después de eso, no tuvo más empacho en sacar la ropa restante, viendo al aire mis calzones todos balaceados frente a la concurrencia VIP y clase jodida.
Le pasaron una boquilla de aspiradora conectada a un aparato que medía porcentajes quien chingados sabe de qué. Todo bien.
– Tome sus cosas de las charolas joven –
Me dice el tipo que revisó mi mochila. Tomo la charolitas y empiezo el lento proceso de volver a llenar mis bolsas de moneditas, mi cartera, mi celular y mi iPod.
Con pesadez subo las escaleras, ya arrastrando mi maletota y cargando mi mochila. Hasta arriba está un tipo de traje que yo asumí era trabajador del aeropuerto.
– Oiga disculpe, ¿usted sabe donde está la puerta B?-
– Hacia allá joven –
– ¿Y ésta cual es? –
Se pibe serio y levanta un solo dedo. Subo la mirada y arriba de su cabeza está un letrero que dice «Puerta G»
– Gracias! –
– Sí, ándele. –
» Andaba hasta el otro lado. Deberían poner un pinche pasillo de estos a la mitad del aeropuerto. Ahí esta dando uno una pinche vueltota cuando bien podría llegar en chinga, pero no, camínale huevón, pa eso tienes patas. »
Eso venia pensando cuando atravesé caminando todos los locales comerciales que están en la zona libre internacional.
Venden cosas re bonitas y según eso sin los impuestos. Aunque la verdad como quiera no me alcanzó el dinero para nada.
Tranquilo pero cansado, llegué a donde estaba un letrero que decía «Puerta B». Tomé asiento y me dispuse a descansar. Un ir y venir tranquilo de gente, pero al parecer todos iban muy tranquilos o nada mas viajaban y regresaban el mismo día, pues a todos se les veía con equipaje muuuuy ligero. A algunos solo se les veía solo con una chamarrita delgada en la mano y ya.
Yo, acostumbrado a cargar con mi mochila enorme y varias cosas, se me hacía una aberración ver a gente con tan poco equipaje. En fin. Como me había levantado muy temprano, decidí dormitar un poco. Faltaban 4 horas para la hora de abordaje.
*pasajeros del vuelo a Guadalajara favor de preparar sus boletos*
Ladró una bocina a todo volumen.
Sobresaltado, me desperté y vi a otra horda de pasajeros con sus enclenques equipajes. «Pinches ricos pos si, a donde llegan compran todo lo que ocupan» pensé.
Un rumor se dejó escuchar desde mi panza. Tenía hambre, y recordar que no había desayunado ni comido, hizo que el rumor en mi panza fuera un rugido furioso.
Desde unas escaleras eléctricas se dejaba oler un rico aroma a desayuno con café. Me asomé y vi al fondo uno de esos restoranes de los aeropuertos «nice».
Bajé las escaleras mientras nadie me veía. Como quiera mi maletota hacía mucho ruido al arrastrarla como para que no me notaran.
Al entrar le dije a una mesera que olía muy rico, se sonrojó y me miró coquetamente. No vio la señal que hice moviendo el dedo en círculos queriendo decir «el lugar huele rico». En fin, como me trató muy bien no quise romperle la magia.
Pedí lo más barato del menú y un jugo de naranja, que curiosamente estaba más caro que lo que había pedido para comer.
Comí rápidamente y pagué en cuanto terminé. Al salir de nuevo para subir por las escaleras, ya estaba un guardia al pie. Me quise pasar como Juan por su casa y el uniformado me paró en seco.
Me dijo que por ahí no se subía y que le diera la vuelta por el otro lado. Maldita sea…
– ¡Oiga pero ta me revisaron la maleta!-
Le dije, pero solo se limitó a señalar con el dedo en dirección al pasillo aquel.
Ahí me tienen cargando mi maletota y mi mochila para atravesar todo el aeropuerto de nuevo para pasar por el pasillo de nuevo y por la policía que me miró de nuevo y me volvió a hacer pasar por la fila de los jodidos, donde me volvieron a pedir que vaciara mis bolsas del pantalón, abrieron mi maleta y, como ahora estaba otro policía revisando, al abrir la maleta dio otro brinco hacia atrás y todos volvieron a ver mis pantalones mal doblados y después mis chones todos balaceados.
Otra vez subí y volví a atravesar el aeropuerto pero por el pasillo de las puertas. Al llegar estaban casi todos los asientos ocupados en la sala de espera, así que me las arreglé para caber entre dos señoras copetonas, que solo llevaban una bolsa de mano cada una, que raro.
Unos minutos después, una señorita tomó el micrófono y empezó a llamar a los pasajeros de mi vuelo. Primero los seńores ancianos y los minusválidos, las señoras embarazadas o con niños y ya después la demás chusma.
Penoso, me acerqué a la señorita y le pedí que me dijera a done podía ir a subir mi maletota, por que veía a todos muy tranquilos porque no traían mucho equipaje…
Se se quedó viéndome con los ojos muy abiertos y una mueca de angustia.
– Ay joven! No ha registrado su maleta???-
– Sí señorita, allá abajo unos fulanos le metieron mano a mi ropa-
– Ppp pero… Acompáñeme!-
Y que me jala de la mano para irnos por unas escaleras y luego un pasillo por afuera de las instalaciones. En el camino me preguntó:
– ¿De donde viene jóven?-
– De Morelia, y usted señorita?-
– Esteeee, no me entiende… De donde viene ahorita?-
– De comer…-
(discretamente lanzo mi aliento contra mi mano para comprobar pestilencias perceptibles)
– Nooooo… De donde empezó su viaje?-
– Desde Cumbres, está del otro lado de Monterrey, por eso me vine rete temprano-
– … Es la primera vez que vuela verdad!?-
– Si – respondí con mucha pena.
Llegamos a un mostrador…
-Lucía, aquí el joven no ha registrado su maleta y su vuelo sale en 10 minutos… Llévalo a registrarlo por favor y lo acompañas de regreso-
En chinga me tomó de la mano y me llevó a donde me dieron mi boleto.
– Ya llevaba rato esperándote muchacho-
Me dijo el del mostrador, señalando una fila de registro a no más de 3 metros, que al parecer siempre estuvo ahí.
– Le estuvimos gritando desde que empezó a caminar hacia allá, pero no hizo caso a nuestros gritos y se fue. Pensábamos que ya no iba a volver, ya hasta estábamos haciendo apuestas-
Mientras me decía eso, llevaba a rastras mi maleta para que la revisara el policía.
Al abrir la maleta da un brinco hacia atrás y grita «¡Ay!» cuando ve mis pantalones doblados y los zapatos a un lado. Después, con cuidado, levanta uno de los zapatos y descubre que es solo ropa. Termina de revisarlo y le pone una etiqueta a la agarradera.
Por fin, una de las muchachas me toma de una mano y corriendo subimos por donde bajamos, con mi boleto en la mano y la mochila en la espalda.
Justo entramos al pasillo cuando la señorita estaba por cerrar la puerta y por fin entré al avión. Mi primera vez dentro de un avión que sí funcionaba.
Todos voltearon a verme. Era el tipo que siempre llega tarde porque algo no hizo bien, al menos así sentí las miradas.
Localicé mi asiento, arriba de este el compartimento donde se guarda el equipaje de mano. Mi maleta no cabía y voltee a decirle eso a la azafata en voz alta.
Ella, desesperada, me dijo haciendo un gran esfuerzo para no cortarme el cuello con sus uñotas:
– Póngala debajo de su asiento jóven…-
Y le hice caso.
Todos dieron un suspiro y en tres patadas ya estábamos agarrando impulso en la pista…
Y yo que creía que la montaña rusa era un juego extremo…